

En los últimos años, Brasil ha intensificado su ambición de trascender como actor global, capitalizando una combinación de recursos naturales, demografía, economía en crecimiento y modernización militar.
Aunque aún no es una superpotencia consolidada, varios indicadores indican que está en camino de posicionarse como una potencia emergente de relevancia internacional, un escenario que tiene implicancias directas para Estados Unidos, China y Rusia.
La nueva potencia de América Latina que rompe con el orden mundial
Brasil ya figura entre las mayores economías del mundo, es la más grande de América Latina, y su intención declarada es participar con mayor peso en el orden mundial multipolar.
En materia de defensa, dispone de la mayor fuerza militar de la región: según el índice de fuerza militar de 2025 de Global Firepower, ocupa el puesto 11 de 145 países, lo que señala una capacidad relevante más allá de su entorno inmediato.
Una de las palancas fundamentales de su ascenso es el vasto territorio brasileño, rico en recursos estratégicos: el control de la denominada "Amazonía Azul", la extensa plataforma marítima brasileña, permite al país afirmar una proyección marítima y de recursos que pocos otros Estados latinoamericanos pueden igualar.
También, Brasil ha profundizado vínculos comerciales y financieros con China, la Unión Europea y otras potencias, lo que le proporciona autonomía estratégica para maniobrar entre bloques.

Tiemblan Estados Unidos, China y Rusia: el auge brasileño ya amenaza a todas las superpotencias
En ese contexto, cabe preguntarse por qué este auge brasileñopuede interpretarse como una amenaza, o al menos un desafío, para Estados Unidos, China y Rusia.
Para Estados Unidos, Brasil amplía el espacio geopolítico de influencia fuera del dominio tradicional norteamericano en América Latina. Si Brasil logra consolidarse como potencia regional con proyección global, su autonomía podría reducir el margen de maniobra de Washington en el hemisferio.
En relación con China y Rusia, Brasil aparece como un competidor más que un aliado automático: no depende exclusivamente de ninguno de esos dos gigantes y podría ejercer influencia propia en foros globales, lo que modera el poder de Pekín y Moscú al depender de socios más flexibles.











